En ocasiones el observar una simple imagen evoca sensaciones, sentimientos y recuerdos que olvidamos guardados en el baúl de nuestra memoria. Quise escribir sobre una anécdota que me ocurrió hace muchos años atrás y hoy brinco fuera de mi memoria, arrancándome una sonrisa y recordándome sensaciones que había olvidado al observar la imagen que incluyó con este escrito. Sonrío, porque esto me ha hecho recordar que hay una mujer viva y coleando dentro de mi! Una mujer que aun siente. No lo cuento con intención de vanagloriarme ni confesar pecado alguno. Entendí era pertinente contarla, porque son sucesos que en ocasiones ocurren en nuestras vidas y dejan marcas que son difíciles de borrar. Pero no es nada de lo que me avergüenzo o me siento mal. Lo recuerdo como un instante hermoso y muy humano.
Hace algunos años atrás decidí lanzarme a la aventura de estudiar leyes. Si, la sangre litigante y jurisprudencial de mi padre me comia por dentro. Era muy natural para mi. Me enliste como estudiante en el programa nocturno junto con una hermana de vivencias y compañera de oficina. Leer veinte casos para analizarlos, determinar la causal pero sobre todo el ordenamiento jurídico envuelto en cada uno y determinar la jurisprudencia utilizada era adictivo para mi. Mi mente siempre ha sido analítica y esto era alimento del bueno para ella. Hacer grupos para estudiar, distribuir las tareas y ayudarnos mutuamente me entusiasmaba. Pero no es de eso que quiero hablar; esto es solo el transfondo de donde ocurrió.
Entre los estudiantes que frecuentaban la facultad, había uno que me llamaba la atención. Era un hombre alto, de piel tostada por el sol, cabello azabache y unos intensos ojos verde grisáceos. Vestía de manera impecable; traje, corbata, camisas en hilo perfectas. Si, era guapísimo! Siempre note que el me miraba con una intensidad que me sonrojaba. Finalmente nos presentaron en la biblioteca de la facultad… “Andres, esta es Gianna… Gianna, Andres!” Y con esta simple introducción iniciamos una conversación ese día la cual duró una hora. Supe que no era puertorriqueño; no recuerdo si era colombiano o chileno. Tenía un acento extraño. Era un alto ejecutivo en una editorial de libros abriéndose paso en dicha empresa. En nuestras conversación nos confesamos que ambos éramos casados. Y también mencionamos que existían insatisfacciones en nuestras respectivas relaciones en aquel momento. Amábamos a nuestros cónyuges, pero quedó establecido que por el momento faltaba algo. Todo quedo ahí.
Nos encontrábamos en el pasillo de la facultad y nos saludábamos casualmente. En esos saludos, un roce de piel de mejilla con mejilla era suficiente para hacernos tartamudear a ambos y reírnos como adolescentes en pavera. Pero las miradas eran intensas y confieso que sus miradas me hacían sentir hermosa, valorada. Los sábados de estudio nos encontrábamos temprano en la Biblioteca y muchas veces nos sentamos juntos a estudiar. Nuestras conversaciones eran refrescantes, hablábamos de todo y reíamos mucho. El era estudiante de segundo año y yo de primer año. Me ayudo en muchos trabajos gracias a su experiencia previa en las materias que yo tomaba.
Siempre se comportó de forma caballerosa conmigo. Aunque la atracción era fuerte, nunca tomó ventaja ni realizó acercamientos indebidos. Creo que eso era lo mas que me atraía; sabíamos lo que estábamos sintiendo, había un fuego latente, pero nuestra madurez nos hizo respetarnos mutuamente. Era pura piel lo que permeaba, nada mas. Tu me gustas, yo te gusto. Había el deseo de algo, pero supimos reprimirlo. Llegue hasta regalarle una hermosa corbata color amarillo y naranja en agradecimiento por toda su ayuda en mis trabajos de universidad. Pero la verdad era que quería agradarlo con un detalle porque me gustaba.
Hubo una tarde que al llegar al recinto, el servicio de energía eléctrica se suspendió. Todos los estudiantes nos mantuvimos en la recepción esperando instrucciones de que sucedería. Los que tenían celular (en aquel entonces comenzaba el mercado de los celulares y beepers!) recibieron mensajes que era uno de los apagones mas grandes registrados en Puerto Rico, pues toda el área norte de la isla se encontraba sin servicio de energía eléctrica. Esperamos por espacio de una hora, hasta que uno de los profesores llego y notificó que no habría clases ese día pues el recinto no podía operar sin energía eléctrica y la avería demoraría en ser reparada. Éramos como alrededor de trescientos estudiantes y un número considerable comenzamos a caminar al estacionamiento multipisos frente al recinto. Ya había comenzado a oscurecer y el estacionamiento estaba oscuro. Yo había estacionado en el tercer nivel y como los ascensores no funcionaban, tomamos las escaleras.
El que no hubiera energía eléctrica y nos hubieran dado la noche libre fue motivo de algarabia para la mayoría. Algunos subían las escaleras riendo a carcajadas, otros cantando y otros corriendo los escalones para llegar rápido a sus autos. No podía ver nada, solo sombras de personas que subían corriendo las escaleras y voces en medio de la oscuridad. Agradecí a Dios que había estacionado cerca de la salida de la escalera para no perderme buscando mi auto; era el segundo después de la salida. Llegue a mi auto tanteando en la oscuridad y puse mi cartera encima del bonete mientras buscaba mis llaves para abrirlo.
Fue en ese momento que sentí una mano en mi hombro y sobresaltada enseguida me vire aterrorizada, pensando que me estaban asaltando. Cual fue mi sorpresa que en medio de aquella oscuridad me encontrara mirando unos ojos verdes grisáceos que me observaron intensamente mientras me preguntaba: “Estas bien? ” “Si…. Me asustastes!” Le respondí, exhalando mi susto. Fue entonces que en un movimiento rápido, su mano tomo mi rostro y confeso desesperado: “No puedo mas! ” y sin ningún aviso, sus labios tomaron posesión de los míos por sorpresa! Sus manos cercaron mi espalda y me aprisionaron contra su cuerpo. Fue un beso desesperado, apresurado, nervioso, lleno de ansiedad y carnalidad reprimida. Mis rodillas perdieron fuerza por aquel súbito “ataque” y tuve que agarrarme de sus brazos para no caer. Fue una mezcla de terror, adrenalina, complicidad. Fue un beso perfecto, en el momento perfecto! En medio de la oscuridad, ruido de motores, bocinas de auto, risas y canciones desafinadas, me robaron un beso. El lo sabia; Yo lo sabia, ambos lo deseamos. Parecieron minutos, pero solo fueron segundos. Enseguida nuestras realidades chocaron en mi mente y lo aparte de mi.
“Perdoname… No quis… No pude controlarme…” Me respondió excusándose. “Andres… Tranquilo! ” le respondi respirando entrecortada para tranquilizar nuestras conciencias y calmarnos. Nos separamos, pero aun mis manos estaban en sus brazos. Tenía mi corazón a mil latidos por minuto! Era algo deliciosamente prohibido que sucedió y desde ya sabia que no volvería a suceder jamás. Como si leyera mi mente, tomo mi mano y la puso en su pecho, sobre su corazón, mientras su mirada me penetraba el alma. Tambien latía a mil y quería salirse de su pecho. Suspire, lo mire con cierta melancolía y le respondí: “Lo se… Esto era inevitable. Pero no podemos dejar que suceda otra vez…” Bajo su mirada, algo avergonzado. Volvió a mirarme y con una sonrisa triste, asintió con su cabeza. Se inclinó y esta vez beso suavemente mi mejilla con uno de los besos mas tiernos y dulces que he recibido, dio media vuelta y camino hacia las escaleras, desapareciendo. Yo quede unos minutos mirando hacia la salida de las escaleras, procesando lo sucedido, mientras con mis dedos tocaba mis labios. Involuntariamente, una sonrisa afloró a mis labios. Porque ese beso quedo tatuado en mi para siempre.
Después de ese incidente en par de ocasiones nos acercamos a hablar, pero ya no fue lo mismo. Entendimos que jugábamos con fuego y estuvimos a punto de quemarnos. Decidimos mantener una distancia diplomática para evitar, porque la atracción aun permanecía. Nos mirábamos y sonreíamos el uno con el otro, pero no sucedió nada mas. Fracase en una de mis materias de derecho penal en el segundo semestre y decidí no insistir ni seguir estudiando. No volví a verlo jamás y perdí comunicación con el. No se nada de su vida ni que fue de el.
Siempre permanecerá como uno de los recuerdos más intensos que atesoro. Y sus hermosos ojos verdes grisáceos y su sonrisa franca estarán conmigo siempre. Solo quise escribir para también acordarme de todo lo sucedido. Tal vez algún día nos volvamos a ver. Y cuando nos encontremos estoy segura que en un susurro al oído le preguntare: ” Te acuerdas del beso que me robastes?”
NOTA ADICIONAL:
Después de escribir este escrito, verificaba mis correos electrónicos y recibí una imagen de una esquela de un periódico. Me sobrecogió y me dolió saber que mi “ladrón del beso” falleció hace algún tiempo. Fue algo fulminante. Solo Dios conoce porque ahora me acuerdo de él y escribo esto. Algún propósito divino hay en todo esto; no creo en las casualidades.
Andrés, gracias desde lo profundo de mi corazón. Y doy gracias porque llegaste en un momento de mi vida donde te necesite, solo Dios y yo lo sabemos. Necesitaba sentirme hermosa y valorada, y tu me brindaste la dosis necesaria para proseguir. Fuiste oportuno y aprendí mucho de ti. Tus ojos verdes grisáceos estarán conmigo siempre! Espero verte en las moradas celestiales, de verdad es mi esperanza. Este escrito te lo dedico a ti… Y la pregunta permanece! Te la haré cuando nos veamos de nuevo, si Dios lo permite!